Las 5 Heridas Emocionales
En mi trabajo en consulta, he podido observar cómo las heridas emocionales afectan profundamente la vida de las personas, influyendo en sus relaciones y en su bienestar emocional.
A lo largo de mi trayectoria me he formado mucho en psicología del apego y trauma y he podido constatar como estas heridas emocionales, que tendemos a resumir en cinco, suelen originarse en la infancia, a lo largo de nuestros primeros años de vida.
Son nuestras primeras experiencias con nuestros cuidadores principales, aquellas que moldean nuestra forma de relacionarnos con los demás y con nosotros mismos y que en gran medida terminan por sentar las bases de lo que creo de mí, del resto de personas y del mundo.
A continuación, quiero contarte un poco sobre las cinco heridas emocionales que más nos encontramos en la práctica clínica e intentaré explicarte de forma clara como se crean en la infancia y como se manifiestan posteriormente en la vida adulta.
Debemos tener en cuenta que, en ocasiones, el clima en el que aterriza un niño en la vida de sus padres no es el adecuado. A veces sus padres están llenos de miedos, tienen sus propias heridas de infancia, sus propios padres eran extremadamente exigentes, severos o fríos o se enfrentan a una maternidad o paternidad no deseada o incluso padecen alguna enfermedad grave, a veces el propio posparto es complicado o la familia está sufriendo un duelo por la pérdida de otro bebé o de alguna otra persona significativa.
Desgraciadamente esto es muy perjudicial para los hijos que en su llegada al mundo necesitan de sus cuidadores para sobrevivir, conectarse con el mundo y sentirse seguros.
- LA HERIDA DE RECHAZO
La herida de rechazo se origina cuando el niño percibe que uno o ambos cuidadores no lo desean o no aceptan su presencia o sus cualidades esenciales, que no le aceptan o no le quieren “tal y como es”. Esto puede ocurrir en situaciones donde los padres son emocionalmente distantes, demasiado críticos o despectivos.
La herida de rechazo se asocia con un estilo de apego evitativo.
Los niños con una herida de rechazo tienden a ser adultos que:
– Tienden a evitar relaciones cercanas en las que exista intimidad, ya que están atemorizados de sufrir un rechazo.
– Son excesivamente autocríticos consigo mismos como si nada nunca estuviera suficientemente bien y suelen tener una autoestima baja.
– En el fondo tienen una sensación de no ser dignos, de no merecer amor, de que es muy difícil que alguien pueda quererles.
- LA HERIDA DE ABANDONO
La herida de abandono surge cuando el niño siente que sus cuidadores no están emocional o físicamente presentes para él. Esto puede deberse a negligencia por parte de los progenitores, ausencia prolongada o falta de atención emocional.
La herida de abandono se relaciona con un estilo de apego ansioso.
Los niños con una herida de rechazo tienden a ser adultos que…
– Sufren un miedo constante a ser abandonado por los seres queridos, como si supieran que solo en el momento presente están pero no tuvieran la certeza de que van a quedarse.
– Tienen altas probabilidades de sufrir dependencia emocional en sus relaciones muy cercanas y de pareja y necesidad de constante reafirmación, de que su pareja les quiere, y de que todo está bien, y que no le van a abandonar, necesita constantes “pruebas”.
– Sensación de vacío y soledad cuando no se está en compañía de otros. Son personas que les cuesta mucho estar solas, especialmente si tienen que gestionar alguna emoción.
- LA HERIDA DE HUMILLACION
La herida de humillación se produce cuando el niño es sometido a situaciones que le hacen sentir avergonzado o indigno. Esto puede ocurrir a través de la crítica excesiva, la ridiculización o el menosprecio.
La herida de humillación puede llevar a un estilo de apego desorganizado.
Los niños con una herida de humillación tienden a ser adultos que…
– Sensibilidad extrema a la crítica o al rechazo, en ocasiones se acompaña de emociones de culpa, vergüenza, rabia y tristeza intensa.
– Tendencia a comportamientos autodestructivos o de auto-sabotaje, tales como consumo de drogas, alcohol, conductas de riesgo etc.
– Dificultad para expresar necesidades y emociones auténticas.
- LA HERIDA DE TRAICION
La herida de traición se desarrolla cuando el niño percibe que sus cuidadores no cumplen con sus promesas o no son confiables. Esto genera una profunda desconfianza y miedo a ser engañado.
La herida de traición se relaciona con un estilo de apego ansioso-ambivalente.
Los niños con una herida de traición son adultos que…
– Experimentan grandes dificultades para confiar en los demás y mantener relaciones estables, tienden a ver “malas intenciones” donde no las hay.
– Necesitan ser muy controladoras con situaciones y personas para evitar la traición.
– Sentimientos de celos e inseguridad en las relaciones. Es común que las personas que experimentan altos grados de celotipia padecen la herida de traición.
- HERIDA DE INJUSTICIA
La herida de injusticia aparece cuando el niño siente que es tratado de manera inequitativa o que sus esfuerzos no son reconocidos. Esto puede ocurrir en ambientes donde los cuidadores son muy críticos o exigentes.
La herida de injusticia puede llevar a un estilo de apego evitativo.
Los niños con una herida de injusticia son adultos que…
– Perfeccionismo y autoexigencia excesiva.
– Dificultad para reconocer y expresar las propias necesidades y emociones.
– Sentimientos de resentimiento y enfado cuando se percibe una injusticia.
¿QUÉ HACEMOS EN CONSULTA?
En el proceso de terapia se busca sanar y reconstruir una sensación de seguridad y autoestima.
En primer lugar, es crucial que la persona pueda reconocer sus heridas emocionales y valide sus experiencias pasadas. Parece algo fácil, pero cada uno hemos vivido nuestra vida como “la normalidad” y a veces nos cuesta discernir entre “lo que se espera que me pase” y los comportamientos negligentes o disfuncionales.
A menudo, esto se hace a través de técnicas narrativas, el trabajo con la línea de vida es de mucha utilidad para que el paciente cuente su historia y empiece a entender cómo esas experiencias tempranas han afectado su vida actual.
Este proceso ayuda a dar sentido a las emociones y comportamientos actuales, permitiendo que la persona vea las conexiones entre sus experiencias pasadas y sus sentimientos presentes. Me gusta explicar a las personas con las que trabajo que es como “darnos una vuelta por nuestro pasado y nuestras experiencias para entender de dónde venimos”. Además, es común que sientan un gran alivio al “entender porque actúo así”.
A lo largo de las sesiones, se trabaja también en identificar y cambiar los patrones de pensamiento y las creencias negativas y autodestructivos que surgieron a raíz de estas heridas. Por ejemplo, si una persona con una herida de rechazo tiende a pensar que no es digna de amor, se le ayuda a cuestionar y reestructurar estos pensamientos para desarrollar una visión más positiva y realista de sí misma.
Además, fomentar la autoaceptación y la autocompasión es fundamental en el proceso de sanación.
Me encuentro a menudo con personas incapaces de tratarse con la misma amabilidad y comprensión que le ofrecerían a una persona importante a la que quieran mucho.
A través de todo este trabajo también aprenden a reconocer y respetar sus propias necesidades y emociones, algo que es difícil para aquellos con heridas emocionales profundas.
La construcción de relaciones seguras y saludables también es una parte esencial del proceso de terapia. Esto implica desarrollar habilidades de comunicación efectiva, aprender a establecer límites saludables y fomentar la confianza mutua en las relaciones.
Las heridas emocionales tienen un impacto profundo y duradero en nuestra vida y nuestras relaciones. Entenderlas nos permite abordar su origen y trabajar en su sanación de manera efectiva. A través del reconocimiento, la validación y la intervención terapéutica adecuada, es posible superar estas heridas y desarrollar un apego seguro y saludable, mejorando así nuestra calidad de vida y bienestar emocional. Somos mucho mas que nuestras heridas.
Gracias por leerme. ¡Nos vemos en consulta!