La ansiedad es una condición que afecta a millones de personas en todo el mundo.
En España, el Trastorno de Ansiedad es un problema de salud mental que afecta al 6,7 % de la población (8,8% en mujeres, 4,5 % en hombres).
Si se incluyen los signos o síntomas de ansiedad aislada, la cifra alcanza el 10,4% de la población.
Entre los Trastornos de ansiedad más comunes se encuentran: el Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG), las Fobias Específicas; en concreto la Fobia Social, el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) y los Trastornos de Pánico.
Además, son muchas las personas que conviven con síntomas de ansiedad sin padecer ninguno de los trastornos anteriormente mencionados.
¿CUÁL ES LA DIFERENCIA ENTRE ESTRÉS Y ANSIEDAD?
Para dar respuesta a esta pregunta conviene comenzar por hablar de la respuesta de estrés.
LA RESPUESTA DE ESTRÉS:
El estrés es una respuesta emocional y fisiológica ante la aparición de un estímulo o situación amenazante, es todo aquello que nuestro cuerpo “activa” al detectar una amenaza.
Visto así, el estrés lejos de ser nuestro enemigo, es una de las mejores estrategias de supervivencia de los seres vivos, y por supuesto de las personas.
La respuesta de estrés puede ser adaptativa, favoreciendo que las personas hagan frente a los desafíos y resuelvan y combatan retos y amenazas que aparecen en el día a día: un día de trabajo exigente, una carrera de varios kilómetros, una situación de peligro…
La respuesta de estrés es visible en nuestra mente y en nuestro cuerpo, a todos los niveles.
El funcionamiento de nuestro cuerpo activa el modo supervivencia, nuestro sistema nervioso simpático y nos permite “optimizar” nuestra respuesta al medio lo máximo posible.
Nuestra cabeza se centra en la amenaza: ¿Cómo puedo solucionar este problema? ¿Qué opciones tengo? ¿Es esta la opción más adecuada?
No podemos pensar en otra cosa: hay que resolver este problema.
Y nuestro cuerpo responde físicamente a este estado de activación: bombeamos sangre más rápido, para que nuestros músculos y órganos estén preparados para hacer frente a lo que viene, se desregula nuestro apetito, se desregula nuestro sueño, no soy consciente de si tengo hambre o estoy cansado, e incluso en ocasiones me vuelvo incapaz de percibir dolor ¿Te ha pasado que has tenido una rotura de hueso y el dolor ha tardado en aparecer? ¿Alguna vez has tenido un día tan exigente en el trabajo que se te ha pasado la hora de la comida sin notar el hambre?
Por lo tanto, si la respuesta de estrés es adaptativa, una vez enfrentamos dicha situación amenazante nuestro cuerpo debería volver a la calma, nuestro estado basal.
Sin embargo, ¿Cuándo podemos hablar de ansiedad?
LA RESPUESTA DE ANSIEDAD:
Hablamos de ansiedad cuando vivimos en un estado de supervivencia y alerta permanente, cuando nos volvemos incapaces de tomar una acción o decisión sobre aquel estímulo amenazante y no logramos dar la señal de calma a nuestro cuerpo. O incluso, cuando este estado de supervivencia e hipervigilancia está casi permanentemente activo y yo no soy capaz de saber o encontrar cual es esa amenaza o ese problema que me mantiene tan alerta.
Seguro que te suena… “No consigo dormir y no entiendo por qué”, “No logro concentrarme en nada”, “Siento que mis pensamientos van muy rápido”, “No entiendo que me pasa, no consigo relajarme”…
En la actualidad vivimos en un mundo estresante, nuestra realidad nos exige estar continuamente siendo productivos, vivimos sobreestimulados (redes sociales, trabajo, productividad, relaciones sociales etc.).
Estamos intoxicados de estrés e insatisfacción y prácticamente no tenemos momentos de descanso entre una tarea y la siguiente. Casi no conectamos con nuestro cuerpo.
Nuestro cuerpo y nuestra mente no tienen tiempo de “repararse”, de “aburrirse” y de parar.
Cuando me rodeo de prisa, exigencia y preocupaciones mi cuerpo cronifica esa respuesta de estrés de la que hablábamos anteriormente.
Cuidar de mis hábitos saludables se vuelve imposible: Dormimos poco y mal, de hecho, actualmente son muchas las personas que recurren a medicación para la inducción del sueño.
No tenemos casi tiempo para preparar nuestra comida y mucho menos para comer tranquilos sin estar sentados delante del ordenador o con el teléfono móvil, reinan “las opciones rápidas” la “comida para llevar”, por lo que ni siquiera estamos dando a nuestro cuerpo “la gasolina que necesita” para funcionar.
En muchas ocasiones no tengo ni siquiera tiempo de hacer deporte, o de mantenerme activo, o cuando llega mi hora de ir al gimnasio estoy tan agotado que el sobreesfuerzo físico se convierte en un estresor más.
ENTONCES, ¿QUÉ TRABAJAMOS EN TERAPIA?
Esta es la respuesta de estrés que trabajamos en terapia, la que es desadaptativa, aquella que lejos de ayudarme a enfrentar los retos de mi vida, me frustra, me paraliza y me hace profundamente incapaz de disfrutar, desconectar y estar tranquilo.
Realizando una evaluación adecuada de tu historia con la ansiedad podemos establecer objetivos de mejora de todo aquello que te produce ansiedad: falta de autoestima, falta de asertividad, dificultad a la hora de tomar decisiones, incapacidad de poner límites en el entorno laboral o familiar, falta de autoconocimiento, autoexigencia, sistema de creencias, perfeccionismo, hábitos poco saludables, estilos de apego poco funcionales y relaciones poco significativas entre otros motivos que pueden llevarnos a “tocar fondo”.
El reto desde la terapia es reaprender a poner nuestro cuerpo al servicio de nuestra salud y nuestro bienestar a través del autoconocimiento, el trabajo emocional y el aprendizaje de recursos adaptativos.
En la mayoría de las ocasiones, cuando las personas llegan a consulta llevan varios meses intentando lidiar con la ansiedad por su cuenta, con los recursos que tienen o con la convicción de que están sufriendo un “pico de estrés” que se pasará solo.
Es por esto, que solemos encontrarnos con que el proceso de terapia se empieza con unos niveles de ansiedad muy elevados y sus consiguientes “efectos secundarios”, muchas veces debemos trabajar en lo que yo llamo “los pilares”, reestablecer en la medida que podamos semana a semana, ciertos hábitos saludables que devuelvan a mi cuerpo la posibilidad de funcionar, de “bajar el ritmo”.
En muchas ocasiones necesitamos intervenir en los “ataques de ansiedad” y “ataques de pánico” si estos interfieren en la vida diaria y a partir de ahí poder trabajar en los “por qué” y los “para qué” de la ansiedad. La ansiedad siempre tiene un mensaje para nosotros.
Trabajaremos la historia de vida del paciente para comprender qué recursos tiene y cuales le faltan para la gestión emocional y práctica de los eventos complejos de su vida.
Casi siempre, durante el proceso terapéutico es como si tuviéramos que viajar del presente al pasado constantemente para ayudarnos a comprender a través de nuestra historia como hemos llegado hasta aquí.
Esto nos ayudará a detectar patrones negativos que solo aumentan nuestro sufrimiento para sustituirlos por otros más sanos y acordes a nosotros.
En la mayoría de ocasiones, debemos restaurar patrones de alimentación y sueño que se han visto arrollados por nuestro “yo ansioso y preocupado” y tratar el insomnio y nuestra relación con la comida. Del mismo modo, debemos tener especial cuidado con el consumo de alcohol y otro tipo de tóxicos y el uso excesivo de pantallas para “paliar” el malestar.
Por último, y no menos importante, me suelo encontrar que las personas han dejado de hacer aquello que les gusta, de pasar tiempo con la gente a la que quieren. No le prestan demasiada atención a sus amigos y familia o si lo hacen no logran estar presentes o no consiguen mostrar como se sienten en realidad. Esto es de hecho, una de las áreas de trabajo más importantes ya que constituye la red de apoyo y conexión más importante para tener una vida sana y plena.
Gracias por leerme, ¡Te espero en consulta!